domingo, 16 de enero de 2011

"Suponiendo la cicatriz como la posibilidad de la herida". Reseña de Jorge García Torrego


Jorge García Torrego es periodista y escritor.




 
"Este libro es la hostia" pensé cuando acabé de leerlo. Después, me dije, joder, soy un poco sádico. Y es que en este libro hay oscuridad, sangre, y miedo. Pero también terrenos en semioscuridad, que ocultan secretos y que dejan pasar, tamizada, la luz, la esperanza. El otro lado, lo que queda más allá y que de vez en cuando viene más acá, es lo que perturba y fascina estas páginas escritas por Rebeca Álvarez Casal del Rey. Otro lado producto de nuestra imaginación (a veces), que empieza, en el fondo de la oscuridad y termina llegando a nuestros ojos, a nuestras manos. Suponiendo la cicatriz... tiene cuervos y oscuridades de Poe, transformaciones Kafkianas, jardines y paisajes inquietantes, incluso siniestros, que recuerdan a Baudelaire paseando en un complejo residencial estadounidense de los años 50. Casi nada.


Como dice Julieta Valero en el prólogo, los intereses y capacidades de quien mira por detrás de estas páginas cogen impulso en el duro suelo, y es por eso que estas oscuridades, estos terrenos misteriosos, fangosos, son cercanos. Quizá demasiado.

El libro está dividido en dos partes. La primera, llamada La noche de perfil, escrita a partir de los apuntes de una novela a medio escribir, comienza con Cuervo, el poema que quizá descifre mejor lo que nos quiere contar Rebeca. Hay un resto de noche junto al día que empieza/(...)Hay un resto de noche de perfil/despeinando muñecas/cerca del mediodía. La inquietud que despeina a las virginales muñecas recorre el jardín y crea mundos aparte, misteriosos y siniestros. El tema de la inacabada novela será, según la propia poeta:el peso de lo que no se habla, lo que queda oculto; lo inquietante que está, y no, presente en la vida cotidiana.

En el poema Suponiendo la ausencia, aparecen los encargados de coser el hueco que dejan los cuerpos amados (bocas diminutas muerden gangrenando el adiós.), el frío que se construye queda tras el paso de la mirada, de la presencia: Suponiendo la cicatriz como la posibilidad de la herida./Y suponiendo que la ausencia coagule rodeada de insectos.

Esta parte acaba con un poema dedicado a la tragedia de Amstetten, la historia del padre que durante 24 años encerró a su hija y la violó reiteradamente y tuvo siete niños de su captor. El poema, titulado La hija del monstruo, es oscuro, extremadamente crudo y áspero, como no podía ser de otra manera: fui, enmudecida de cemento, oruga pariendo bajo el césped.

Tras este poema empieza la segunda parte titulada Antes del aire, y aquí Álvarez Casal habla de nacimientos, de erupciones extrañas en mundos crueles y fríos. Habla de nacimientos entre lo desconocido. Y lo recién nacido, aún con trozos de nada encima, acaba huyendo de si mismo: huyes del cordón umbilical que te rodea el cuello.

Rebeca Álvarez Casal del Rey nos habla de gusanos, de crisálidas, de mujeres fatales a punto de nacer: en el rincón de la crisálida, /como un tumor aguarda/(toda odio, dientes/hambre, venganza y garfios): la bestia.

Las letras de Rebeca pesan, están llenas de misterio, de zonas en penumbra, de rincones y secretos. Los versos se muestran esquivos pero tremendamente atractivos, quizá, en algunos momentos, incluso sensuales. Una extraña belleza que apunta lejos, a un lugar más allá.

Y es que pese a llenarnos las manos de babas, de placentas y de oscuridad, se puede encontrar en estas páginas una cierta tendencia a la esperanza, como si este libro fuera una tumba, un agujero enorme donde podamos meter toda la casquería que nos oprime, que nos asusta, para que fuera, a ras de suelo, nazca algo, o flores u orugas da igual, pero que nazca y viva.




Ediciones Amargord

Jorge García Torrego es escritor y periodista. Desde hace un tiempo colabora en diferentes medios culturales y pretende publicar un libro de poemas y otro de cuentos. Casi nada. Ha ganado algunos premios literarios de entre los que destaca el Premio Internacional Círculo Cultural Faroni 2008. 

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